Los políticos nos salen hoy más
caros que hace diez años. Pero mucho más. Tanto como el doble. Si en 2002 las
arcas municipales tenían que reservar 1.618.000 euros para pagar los sueldos de
sus alcaldes, concejales, jefes de gabinete, asesores, consejeros, gerentes y
puestos directivos de libre designación, en 2010 (el último año de presupuestos
cerrados para el Ministerio de Hacienda), los 225 ayuntamientos de la provincia
se gastaron 3.272.000 euros en pagar a sus cargos públicos y directivos. O sea,
un incremento del 102%.
Una barbaridad, sobre todo si
tenemos en cuenta que la mayor parte de los alcaldes y concejales de la
provincia no cobran, que son muy pocos los regidores que tienen dedicación
exclusiva y que la mayor parte de los ediles no ven un duro por su trabajo o
reciben cantidades ridículas. Algunos, ni siquiera cobran dietas o kilometraje.
Trabajan por amor al arte. O a su pueblo. Pero hay otros que sí que tienen
nómina a final de mes. Y si las sumamos todas, vemos que en el conjunto han
crecido el 102%. ¿Por qué? Ahí van algunas claves y sus ejemplos. La primera es
que los mayores crecimientos porcentuales se dieron en los años intermedios del
periodo analizado (2002-2010), en plena bonanza económica, situación que
incitaba a una generosa subida de sueldos y a la creación de puestos de
confianza en los Consistorios más importantes. Y, sobre todo, un fenómeno
paralelo, el importante crecimiento de los municipios del alfoz: más viviendas
(por lo tanto, más ingresos municipales), más vecinos (más impuestos, más
ingresos), más responsabilidades de sus alcaldes y, así, un mayor número de
regidores que decidieron dedicarse de forma intensiva a su labor. Es decir: más
dedicaciones exclusivas... y, consecuentemente, sueldos más altos.