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sábado, 27 de octubre de 2012

Homenaje a Juan Pablo II

El 26 de octubre se celebró en el Centro Diocesano de Valladolid una Vigilia Homenaje a la figurar del beato Juan Pablo II. Este papa se añade así a la multitud de santos y beatos de la historia de la Iglesia  y nos recuerda con fuerza la vocación universal a la santidad. Todos los que formamos parte del Pueblo de Dios –obispos, sacerdotes, diáconos, fieles laicos, religiosos, religiosas– estamos en camino hacia la patria celestial, donde nos ha precedido la Virgen María, íntimamente asociada al misterio de Cristo y de la Iglesia.

Recordamos las memorables palabras  con que Juan Pablo II sacudió a la Iglesia y al mundo en su primera Misa solemne en la Plaza de San Pedro: «¡No temáis! !Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!». Tal y como indicó años más tarde Benedicto XVI el Papa hablaba a los fuertes, a los poderosos del mundo, los cuales tenían miedo de que Cristo pudiera quitarles su poder, si lo hubieran dejado entrar y hubieran concedido la libertad a la fe. Aquello que Juan Pablo II, recién elegido papa, pedía a todos, él mismo lo llevó a cabo en primera persona: abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible. Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio. En una palabra: ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad. Nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es el único Redentor del hombre.
Karol Wojtyła cuando es elegido papa llevaba consigo la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre. Su mensaje fue éste: el hombre es el camino de la Iglesia, y Cristo es el camino del hombre. Con este mensaje, que es la gran herencia del Concilio Vaticano II, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios a atravesar el umbral del Tercer Milenio, que gracias precisamente a Cristo él pudo llamar «umbral de la esperanza». Sí, él, dio al cristianismo una renovada orientación  hacia el futuro, el futuro de Dios. Reivindicó legítimamente para el cristianismo la esperanza  y propuso vivir en la historia con un espíritu de «adviento», con una existencia personal y comunitaria orientada a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de su anhelo de justicia y de paz.
Juan Pablo II, hemos crecido contigo. Nos hemos entusiasmado con tu mirada amable y exigente. Tú has sido el Papa que fuiste combatido por los poderosos. Porque tu mensaje no fue blando ni superficial. Tu mensaje nunca trató de ser oportunista para contentar “al mundo”. Tu mensaje fue a lo profundo del corazón humano. Fuiste el Papa de los sin voz;  el que proclamó el valor del trabajo por encima del capital, el que siempre opuso a la familia burguesa que pasa por cristiana, la familia cristiana solidaria, luchadora; el Papa que señaló al imperialismo y a la insolidaridad como causante de las grandes lacras de la humanidad: el hambre, la explotación del trabajo, las guerras, la esclavitud, el Papa que invitó a los jóvenes a seguir a Cristo… El Papa de la verdad. Una verdad que sigue proponiendo Benedicto XVI  que nos ha llamado a la conversión convocando un Año de la Fe. La Iglesia continúa su peregrinación “en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios”, anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva.