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viernes, 28 de diciembre de 2012

Contra las causas del hambre, del paro y de la esclavitud infantil.

Hoy os traemos las palabras de Carmen Durantez con las que se cerraron este año en Castilla y León las marchas contra las causas del hambre, del paro y de la esclavitud infantil.



Diez años en España, lograron la nacionalidad española, con esfuerzo inmenso se reunió la familia, finalmente juntos; pero al perder el trabajo todo se derrumbó, el paro se prolongó, hasta llegó a escasear la comida. Esta es la historia de una familia de Ecuador. El padre de familia lleva ahora cinco meses en Londres, él, carpintero de profesión, limpia bares y lo que le ofrezcan. 
Otros inmigrantes han respondido a una situación parecida yéndose toda la familia a Francia; otros, enviando a sus hijos de nuevo a su país de origen para que los cuiden y alimenten los abuelos. 
¿Cuándo finalizará nuestro éxodo?, se preguntan.

Lo curioso es que ahora comparten viaje con jóvenes que con su título en la cartera que dice que son técnicos, enfermeros, periodistas… buscan un trabajo en Londres, Francia, Finlandia, Brasil, Australia. “Ahora el sin papeles soy yo”, comentan estos jóvenes. 
“Tenemos que emigrar porque nacimos en un país empobrecido”, piensan los primeros; “me tengo que ir porque toda mi generación se ve abocada al paro o a la explotación”, afirman los segundos. Pero todos ellos gritan: “¡nos han robado! ¡nos han robado el futuro, la familia, los hijos, el trabajo!”.

En todo robo hay un ladrón que sale beneficiado, ¿quién ha sido? ¿por qué lo ha hecho?

Ha sido alguien que está haciendo negocio, alguien que está tratando el trabajo y el alimento y la vivienda como una mercancía más. A lo largo de esta marcha hemos parado ante algunos de ellos: bancos, especuladores, inversores, multinacionales. Estos mercaderes del dolor son los responsables de que a pesar de trabajar 10 o más horas diarias muchos trabajadores no puedan sostener a su familia; de que a la vez que hay 6 millones de viviendas vacías, 150.000 familias hayan sido desahuciadas de su vivienda; de que a pesar de haber alimentos para más del doble de la población mundial, 100.000 personas mueren diariamente de hambre en el mundo.

Estas irracionalidades no son simples incoherencias, contradicciones o fallos de nuestra sociedad, sino que son cuestión de vida o muerte para miles de hermanos.

Cuestión de vida o muerte es también que se decida subvencionar a una vaca europea con 3 dólares diarios y condenar al 80% de la humanidad a vivir con menos de 2 dólares al día; que se decida dejar sin asistencia sanitaria a miles de hermanos después de haberla pagado con sus impuestos; que se decida que el 52% de nuestros jóvenes esté en paro y la mayoría de los que trabajan no puedan independizarse por sus empleos basura; que uno de cada 3 jóvenes fracase escolarmente; que haya 60 millones de abortos en el mundo, fundamentalmente en países pobres, porque es mejor que los pobres no nazcan antes de que nos pidan justicia.

Sí, todo esto es así no por casualidad o por funcionamiento automático, sino porque así se decide y planifica, porque el corazón de este imperio totalitario es el lucro y eso exige víctimas.

Pues bien, a la víctima, o se la mata y ya no estorba (por hambre, paro, aborto, desahucios), o se la adormece. Sí, el totalitarismo que vivimos si no nos ha asesinado físicamente necesita adormecernos, manipular nuestra conciencia para hacernos soportar tanta agresión sin cuestionarle, e incluso colaborando con él.

La mayor manipulación, porque es la que nos deja más indefensos, es el robo del Ideal, de nuestra vocación a la Justicia y a la Solidaridad. Para ello, nos vende como solidaridad una caricatura de la misma:

¿Acaso es solidario Ikea cuando dona a Unicef, ahora en Navidad, 1€ por cada juguete o libro vendido cuando los precios a los que vende sus productos sólo son posibles por la esclavitud laboral de niños y adultos en las 1300 fábricas subcontratistas de India, Pakistán y otros países que le proporcionan sus productos?

¿Es por solidaridad que su cafetería parece haberse convertido en un comedor social por el menú de 1€ que se está convirtiendo en la dieta basura de cientos de parados que así comen barato y caliente, o es que muchos menús a 1€ son un suculento (nunca mejor dicho) negocio?

¿Es solidario que Amancio Ortega, el dueño de Inditex, done 20 millones de euros a Cáritas cuando esa cantidad sólo supone el 0,3% de su incremento de riqueza, cuando puede desgravar por ella y cuando elude el pago de impuestos metiendo su dinero en sicavs (auténticos paraísos fiscales)? ¿Es solidaridad cuando el algodón de la ropa que vende lo recolectan niños esclavos y las prendas las cosen trabajadores esclavos de subcontratas? ¡Le está saliendo bien barato lavar su imagen! ¿Es mejor donar eso que nada, o la solidaridad, como el amor, cuando no es verdadera se corrompe y haca más daño que bien?

Entonces, ¿qué es la solidaridad? ¿existe?. Los empobrecidos nos dan la pauta, veamos cómo la viven:

- En la India, todos los años miles de intocables y campesinos sin tierra… recorren 300 km para exigir al gobierno una redistribución justa de la tierra. Duermen en la carretera, hacen una sola comida al día, y saben, que a pesar de ello no llegará para todos los días que dure la marcha. Algunos mueren por el camino.

- Cinco mujeres pobres y analfabetas acabaron con la dictadura militar de Bolivia con una huelga de hambre a la que acabó uniéndose todo el país.

- Los trabajadores agrícolas inmigrantes del suroeste de Florida han derrotado a gigantes de la comida rápida con campañas de concienciación por el salario justo y el fin de la esclavitud en los campos.

- Campesinos de Sumilao, en Filipinas, ganaron la batalla contra la mayor multinacional alimentaria del sudeste asiático que les robó sus tierras. Acabó devolviéndoselas.

- Frente a la contaminación de la tierra y el agua por una multinacional minera que busca oro en Guatemala, la mina se cierra tras 7 años de lucha por los indígenas.

- En Camerún la supervivencia del día a día depende de las cajas de resistencia sostenidas por el pueblo.

¿Quién hace estas cosas, quién se embarca en estas luchas?:

Los que no pueden. Ellos, que tienen todas las dificultades para justificar no hacerlo, son los que lo hacen. Los que menos tienen son los que más entregan, ponen su vida por delante, que tantas veces es lo único que tienen. 
Nunca solos, sino asociados, junto a otros con los que comparten un mismo dolor. 
Y no piden una subvención, ni suplican una limosna, ni negocian, sino que exigen un cambio de estructuras. 
Lo hacen perdiendo, pagando por ello, sufriendo. Los sin tierra de la India afirman que el sacrificio, la disciplina y el sufrimiento personales son mejores herramientas que los fusiles para producir un cambio social.

Pagar por otros, por todos nosotros, eso fue precisamente lo que hizo el Niño Dios, cuyo nacimiento celebramos en estas fechas; para esto vio al mundo. Por eso no tuvo sitio en el mesón y tuvo que nacer en un pesebre, por eso murió en cruz. De este modo se hizo solidario de los más débiles y oprimidos de todos los tiempos.

Amigos, si el dolor del mundo nos quema dentro y queremos actuar, la verdadera solidaridad nos va a exigir algo más que cierto altruismo, afición, deseo, gusto por servir a los demás o convencimiento intelectual. La solidaridad exige no reservarnos nada, compartir hasta lo necesario (que dice Juan Pablo II), exige sufrir y pagar por otros. En la lucha por la Justicia descubrimos que lo tenemos todo en contra: el Ayuntamiento nos pone trabas para difundir cultura solidaria, los comerciantes nos denuncian, el ambiente que nos encontramos es indiferente u hostil, los MCS nos silencian cuando no calumnian… Pero lo que no saben es que estando en contra nuestra, poniéndonos dificultades, nos ayudan, porque cuando la solidaridad duele es verdadera, cuando existe cualquier tipo de recompensa o beneficio, es negocio.

Hace unos días, en una empresa de Valladolid en la que el jefe amenazó con despedir a varios trabajadores, en medio de la escena de tensión y angustia que se creó, una chica soltera que trabajaba allí tomó la palabra y dijo: “Si vas a despedir a un padre de familia, despídeme a mí”, y efectivamente fue despedida. Prefirió pasar necesidad ella antes de que la pasaran los hijos de otros. ¡Esto es solidaridad!. La sociedad no está corrompida, ¡la semilla de la vida solidaria fructifica por las grietas que encuentra! ¡se cuela por ellas queramos o no!.

Hagamos un mundo en el que todo lo necesario para ser persona: la comida, el estudio, el descanso, el trabajo, la vivienda,… sea posible.

Un mundo en el que lo normal, todo lo que nos permite vivir con dignidad, no sea algo heroico o el lujo de cuatro que pueden. Sí, hoy día, para muchos padres, mantener a sus hijos es algo heroico y tienen que emigrar o ser explotados en su trabajo. Incluso tener hijos se ha convertido en ocasiones en algo heroico: la mayor parte de las madres que abortan entran llorando de la clínica abortiva y salen llorando; quieren abrazar a su hijo pero la falta de medios y apoyos es muy fuerte. Que esos niños nazcan no sea algo heroico sino lo normal. Que también lo sea llevar el pan a casa.

Sin solidaridad no seremos testigos adecuados de nuestro tiempo, que gime esperando su liberación.

Empecemos arriesgando algo; si toda nuestra vida está asegurada no podremos entender la solidaridad.

Empecemos por poner manos a la obra, porque si no nos cansamos por la solidaridad, nunca la entenderemos.

En todos los regímenes políticos totalitarios, como el nacismo o el comunismo, hubo dos tipos de reacciones distintas: unos se sometieron (y aceptaron matar) y otros se negaron a someterse (y aceptaron morir). Vivimos hoy también un régimen totalitario que condena a morir al 80% de la humanidad, e igualmente hay dos respuestas:

Si nos sometemos (y la indiferencia, silencio o buena vida son sometimiento), aceptamos matar. Pongamos mejor nuestra vida al servicio de los que no tienen voz, luchemos por la dignidad de toda persona.
Entonces, como en la noche de Navidad, la alegría será grande en la tierra. 
¡Viva la solidaridad!