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miércoles, 2 de febrero de 2011

La canallada del paro en Castilla y León

Castilla y León supera la media nacional en número de parados. Las oficinas de Empleo de Castilla y León contabilizaron un total de 204.266 parados en enero de 2011, lo que supone un crecimiento del 4,96% (9.657 más) respecto a los contabilizados en diciembre, frente a una subida nacional del 3,19%, hasta los 4,23 millones de desempleados. Asimismo y según las cifras manejadas por el Ministerio de Trabajo e Inmigración, el número de desempleados se elevó en Castilla y León un 6,58% (12.615 más) en relación a enero de 2010, por debajo del 4,51% de subida en el conjunto de las autonomías.

Otro dato revelador de la situación por la que atraviesan los trabajadores castellanos y leoneses es que cerca del 40% de los parados ya se encuentran en condiciones de “difícil ocupabilidad” porque llevan más de un año en el paro.

Nuestra Comunidad también bate records en cuanto al número de castellanos y leoneses que trabajan fuera de la Comunidad: un 46,9%.

Mención especial merece la situación de los inmigrantes en la Comunidad. Son ellos quienes están sufriendo de modo más salvaje la canallada del paro. El colectivo de extranjeros suma concluido 2010 un total de 24.464 parados en Castilla y León, de ellos 8.711 en el sector servicios y 6.744 en el de la construcción. Han enriquecido nuestra comunidad durante los años de bonanza económica. Desde el 2000 al 2006 han aportado medio punto al año al PIB de Castilla y León. Han ocupado los puestos de trabajo menos cualificados y con una altísima temporalidad (el 90% de los inmigrantes tienen trabajos temporales). Esto ha supuesto que sufran el zarpazo del paro más que los españoles con una tasa de paro del 34,72% en Castilla y León. 

Los números enmascaran con su frialdad la situación dramática de cada una de esas personas. La tragedia de más de un millón trescientos mil hogares, casi un 8% del total de los hogares españoles, en los que ninguno de sus componentes consigue trabajo. Los pagos básicos (ya no contamos la hipoteca) de luz, agua y calefacción se convierten mes tras mes en una amenaza de la que no se sabe si se va a salir y poder así alargar la agonía un mes más. Todavía hay algunos que se sorprenden y escandalizan de que en España exista la economía sumergida. Sin defenderla, porque es esencialmente insolidaria con el conjunto de la sociedad, pero si no hay trabajo hay que sobrevivir como sea aunque sea con el trapicheo.
El trabajo es lo que realmente genera riqueza por lo que si hay paro se empobrece la persona, la familia y la sociedad. El gran reto de hoy es poner manos a la obra para crear trabajo. Pero no un trabajo cualquiera cuyas condiciones puedan atentar contra la dignidad de la persona. El trabajo es necesario para formar y mantener una familia, adquirir el derecho a la propiedad y contribuir al bien común de la familia humana. La Iglesia ha indicado cómo el paro es inmoral, es una « verdadera calamidad social « que conlleva siempre un alto precio personal y social. Es una obligación moral y social que se llegue a una solución y esa solución no pasa por el subsidio. Recuerda Benedicto XVI que «el estar sin trabajo durante mucho tiempo, o la dependencia prolongada de la asistencia pública o privada, mina la libertad y la creatividad de la persona y sus relaciones familiares y sociales, con graves daños en el plano psicológico y espiritual» (Caritas in veritate 25). Por tanto, más importante que extender el seguro de desempleo es crear puestos de trabajo. «La dignidad de la persona y las exigencias de la justicia requieren (...) que se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos, o [que] lo mantengan» (Caritas in Veritate 32) ¿Quién puede querer en su sano juicio que siga subiendo el paro?    

¿Hasta cuándo vamos a seguir aceptando esta situación insostenible que degrada a quienes son privados del sagrado derecho y deber del trabajo? ¿Hasta cuándo vamos a refugiarnos en la impotencia, pensando que son otros los que tienen que venir a solucionar el problema? Los sindicatos ya han dado sobrada muestra de a quien sirven (Más de 29 millones de euros de subvenciones del Estado en 2010). Una sociedad desestructurada y sin ideal es incapaz de enfrentarse a un gobierno que ayuda a los fuertes y despoja a la sociedad de todos sus derechos. ¡Asociación o muerte!: ése fue el lema del movimiento obrero que consiguió cambiar el curso de la historia injertando la solidaridad en la vida política y que ya han olvidado los actuales sindicalistas.