En nuestra ciudad de Valladolid, en estos días se celebra la SEMINCI, un
festival de cine que acaba de cumplir sesenta años; en este marco se ha situado
este aniversario: en él se recuerda especialmente cómo desde sus orígenes, la
SEMINCI ha tratado de acercar a la sociedad un cine alejado de los circuitos
comerciales, pero lleno de historias próximas y creíbles, un cine sin
concesiones ni atajos. Es importante recordar los orígenes, en un principio
vinculados a la Semana Santa de Valladolid, tratando de ser un soporte de
transmisión de los valores morales católicos. Precisamente por eso pronto
reflejó eso en su nombre, cine de valores humanos, en un intento de compromiso
en nuestra ciudad y en el mundo entero.
Ahora, la evolución parece que lleva a venderse al mejor postor
y, como en otras ocasiones, se lleva la palma el Banco de Santander: dos
patrocinadores de oro tiene la SEMINCI, Renault y el Banco de Santander, los
dos con gran peso en la vida cotidiana de la ciudad y sus instituciones, ya
tienen compradas, por lo menos, la Universidad y la SEMINCI, dos referentes
fundamentales en Valladolid, dos instituciones que en teoría deben estar al
servicio de la sociedad y su desarrollo, pero, ya se sabe: quien paga, manda.
Es decir, si pagan Banco de Santander y Renault, ya sabemos hacia dónde van a
ir las investigaciones de la Universidad y los “valores humanos” de la SEMINCI:
a servir los intereses de estas multinacionales que, como buenas
multinacionales, buscan sus beneficios y la limpieza de su imagen con
patrocinios que les den buena prensa. Ahí estamos: invadidos.